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Éxodo 40:7

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7 Luego pondrás la fuente entre el tabernáculo del testimonio y el altar; y pondrás agua en ella.

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La Verdadera Religión Cristiana # 671

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671. Varios pasajes del Verbo dan testimonio de que los antiguos lavatorios significaban lavatorios espirituales, es decir, purificaciones del mal y de la falsedad; he aquí algunos de estos pasajes:

« Cuando el Señor lavare las inmundicias de las hijas de Sión y limpiare las sangres de Jerusalén de en medio de ella con espíritu de juicio y con espíritu de ardimiento... » (Isaías 4:4).

« Aunque te laves con lejía y amontones jabón sobre ti permanecerán en ti las manchas de tus iniquidades » (Jeremías 2:22; Job 9:30-31).

« Lávame de mi iniquidad y seré emblanquecido más que la nieve » (Salmos 41:4, 7).

« Lava de la malicia tu corazón, OH Jerusalén, para que seas salva » (Jeremías 4:14).

« Lavad; limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras ante mis ojos; dejad de hacer lo malo » (Isaías 1:16).

El Señor, mientras estaba en el mundo, dijo también que el lavatorio del cuerpo nada aprovecha sin el lavatorio del espíritu, representado y simbolizado por el lavatorio exterior, y que este último, que era una ceremonia de la Iglesia israelita, nada importa a la Iglesia cristiana. Leemos en los Evangelios:

« Al ver los fariseos y los escribas que los discípulos del Señor comían pan con manos comunes les condenaban, porque los fariseos y todos los judíos no comen sin lavarse muchas veces las manos, aparte de otras muchas cosas, que se han tomado para guardar, como las levaduras de los vasos de beber y de los jarros, de los vasos de metal y de los lechos. A éstos y al pueblo dijo el Señor: Oídme todos y entended: Nada hay fuera del hombre, que entra en él, que le puede dominar, más lo que sale de él, aquello es lo que contamina al hombre » (Mateo 7:1-2, 4, 14, 15; Mateo 15:2, 11, 17, 20).

Y en otro lugar:

« Ay de vosotros, escribas y fariseos, porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato, pero de dentro están llenos de robo y de injusticia. Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato para que también lo de fuera se haga limpio » Mateo 23:25-26).

Es pues claro que el lavatorio, que se llama el Bautismo, representa y significa el lavatorio espiritual, es decir, la purificación del mal y de la falsedad. Por otra parte es también claro que el lavatorio exterior no puede limpiar más que el cuerpo. El malvado, que por su inclinación al mal siente gusto y satisfacción en la práctica abominable de sus males, puede lavarse mucho y hacer que su cutis resplandezca, sin que por eso desaparezca, ni disminuya su mala inclinación, ni por eso desista de su iniquidad. Lo exterior no influye en lo interior, porque esto es contrario al Divino Orden, pero lo interior influye en lo exterior y produce allí sus efectos conforme el Orden. Si, pues, el interior no es purificado del mal, el acto exterior del Bautismo no produce más efecto que los lavatorios de los judíos antiguamente; en realidad el acto exterior, aparte de la utilidad que más adelante se explicará, no contribuye a la bienaventuranza más que el cidaris del Papa contribuye a la dignidad de su oficio, ni más que la corona y el cetro de un rey contribuyen a su poder real. Es como la levadura de los borregos antes de esquilarlos, es decir, de utilidad puramente exterior, natural. Sin el lavatorio correspondiente espiritual, que es la purificación del espíritu, el acto exterior, salvo la utilidad antes mencionada, no sirve más que para dar la apariencia de cristiano, es decir, dar un hermoso aspecto exterior, mientras que el interior está lleno de abominaciones; por consiguiente sólo sirve para ser, como los fariseos, « sepulcros blanqueados » (Mateo 23:25-28). El infierno está lleno de satanás, todos procedentes de la raza humana, tanto bautizados cuanto no bautizados. El Bautismo nada hace al caso, sin la purificación del espíritu; porque el acto del Bautismo en y por sí no produce efecto más que en el hombre exterior, el cual, separado del hombre interior ' o espiritual, es meramente animal; peor aún, es una fiera y aún más fiera que una fiera. Por lo cual: « Aunque te lavares con lluvia, o con rocío, o con agua de las mejores fuentes » , o, como dice el profeta: « aunque te lavares con hisopo y con jabón » no quedarás limpio de tus iniquidades, sino sólo por el nacimiento nuevo, del cual se ha tratado detalladamente en su capítulo.

  
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