El fuego, en el sentido espiritual, puede significar tanto el amor como el odio dependiendo del contexto, al igual que el fuego natural puede ser reconfortante al mantenerte caliente, o aterrador al quemar tu casa. Nuestro lenguaje también lo refleja: utilizamos conceptos como el odio ardiente o el amor ardiente. Así pues, el fuego es amor, ya sea amor al prójimo y al Señor, o, en el mal sentido, un amor a uno mismo que, si no es controlado por la conciencia, lleva al odio de cualquiera que se oponga a él.