390. (vii.) La conjunción del espíritu del hombre con el cuerpo es por medio de correspondencia de la voluntad y el entendimiento con el corazón y los pulmones y su disyunción por falta de correspondencia.
Como se ha desconocido hasta hoy que la mente del hombre por lo cual es entendida la voluntad y el entendimiento es el espíritu del hombre, y que el espíritu es el hombre: y como ha sido ignorado que el espíritu del hombre, como su cuerpo, tiene un pulso y una respiración, fue imposible conocer que el pulso y la respiración del espíritu del hombre, influyendo en él produjeran los del cuerpo. Pero como este es el hecho, se sigue que hay una correspondencia semejante del pulso y respiración del espíritu con los del cuerpo; porque la mente, como se dijo antes, es el espíritu; y por lo mismo, cuando cesa la correspondencia de aquellos dos movimientos, se produce una separación del cuerpo y del espíritu, que es la muerte. Su separación o muerte, cuando el cuerpo llega a este estado por alguna enfermedad o accidente, es la causa de que no pueda obrar como uno con el espíritu; porque su correspondencia cesa, y con la correspondencia su conjunción; no cuando la respiración solamente cesa, sino cuando deja de palpitar el corazón. Porque mientras el corazón se mueve, el amor permanece con su calor vital y la vida continúa, como se ha visto en casos de desmayos y sofocación y las condiciones de la vida del embrión en el útero. En una palabra, la vida del cuerpo del hombre depende de la correspondencia de su pulso y respiración con las de su espíritu; y cuando esta correspondencia cesa, la vida corporal cesa, y el espíritu se separa del cuerpo y su vida continúa en el mundo espiritual, una vida tan semejante a la suya en el mundo natural, que ignoró antes de su partida. El hombre entra generalmente al mundo espiritual dos días después de la muerte de su cuerpo; yo he hablado con algunos después de aquel lapso de tiempo.