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Sabiduría Angélica Sobre El Divino Amor y La Divina Sabiduría#1

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1. Sabiduría Angelica sobre el Divino Amor

PARTE I

El amor es la vida del hombre. El hombre sabe que el amor existe; pero no sabe lo que es el amor. Sabe que existe por el uso común el lenguaje común, como en las expresiones: “él me ama”, “el rey ama a sus súbditos”, “los súbditos aman a su rey”, “el esposo y la esposa, la madre y los hijos se aman mutuamente”, “este hombre ama a su patria”, “aquel ama a sus compatriotas o a su prójimo”. Así también se dice que los hombres aman ciertas cosas, esto, aquello o lo otro, sin referirse a persona alguna. Pero, aunque la palabra “amor” es tan universalmente usada, pocos saben lo que es el amor. Porque los hombres no pueden, cuando reflexionan en ello, formarse una idea definida de su naturaleza. Niegan su realidad, o la llaman alguna influencia que entra al hombre por la vista, el oído, el tacto o la conversación, y lo afecta. Están totalmente ignorantes del hecho de que el amor es la verdadera vida del hombre, no solamente de la vida general de todo su cuerpo y la vida general de todos sus pensamientos, sino también la vida de todos sus particularidades. Todo el que tenga inteligencia puede ver esto, si se le pregunta: ¿Pudiera usted pensar u obrar, si se le quita la influencia del amor? ¿No se resfrían el pensamiento, el lenguaje y la acción, si el amor se enfría, y se anima si el amor se enciende? Pero el sabio esto lo percibe, no por algún conocimiento de que el amor es la vida del hombre, más por la experiencia de que eso así sucede.

  
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Traducido por el Dr. Calleja al español de la traducción al inglés por el Rev. John Whitehead. Transcrito y revisado por David Simpson, y también revisado por Daniel Calvo, y por los reverendos Andrew Heilman y Johnny Villanueva.

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Sabiduría Angélica Sobre El Divino Amor y La Divina Sabiduría#422

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422. (xviii.) El amor purificado por la sabiduría en el entendimiento, se convierte en espiritual y celestial. El hombre nace natural; pero según su entendimiento es elevado a la luz del cielo, y el amor al calor del cielo, se hacen espiritual y celestial; entonces es como el jardín del Edén, que está a la luz de la primavera y el en calor de la primavera. El entendimiento no se hace espiritual y celestial; pero el amor sí; y cuando el amor se hace tal, hace también espiritual y celestial el entendimiento que es su esposa. El amor se hace espiritual y celestial por una vida según la verdad de la sabiduría, que el entendimiento enseña y muestra; porque el amor no puede elevarse a sí mismo, sino por el conocimiento de la verdad, y esta no puede conocerse sino por medio de la elevación y la iluminación del entendimiento; y después, en tanto que ama la verdad y la practica, en tanto se eleva; porque una cosa es entender, y otra cosa es querer, o una cosa es hablar y otra cosa es hacer. Hay quienes entienden la verdad de la sabiduría y hablan de ella; pero no se conforman a ella en su voluntad ni la practican. Cuando el amor pone en práctica la luz que hay en su entendimiento y habla de ella, se eleva. La verdad de esto puede verla el hombre por la razón solamente; porque, ¿qué es el hombre que entiende la verdad de la sabiduría y habla de ella, si ama lo contrario, esto es, si su voluntad y su conducta se oponen a ella? El amor purificado por la sabiduría, se convierte en espiritual y celestial, porque el hombre tiene tres grados de vida, que son llamados natural, espiritual y celestial, de lo cual se trató en la Parte III de esta obra; y es capaz de elevarse de un grado a otro. Pero no se eleva por la sabiduría sola, sino por una vida según la sabiduría; porque la vida del hombre es su amor. Por lo cual, tanto como el hombre vive según la sabiduría, tanto ama la sabiduría, y vive según la sabiduría, tanto como se purifica el mismo de la inmundicia que son los pecados, tanto como lo hace, tanto ama la sabiduría.

  
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Traducido por el Dr. Calleja al español de la traducción al inglés por el Rev. John Whitehead. Transcrito y revisado por David Simpson, y también revisado por Daniel Calvo, y por los reverendos Andrew Heilman y Johnny Villanueva.