De acuerdo con los Escritos, la Iglesia Antigua en su apogeo era mundial, y estaba exaltada en su conocimiento del Señor, su conocimiento de las correspondencias de la naturaleza con el mundo espiritual, y su conocimiento de cómo la gente podía ser amorosa y cuidadosa con los demás. Sin embargo, finalmente cayó cuando la gente empezó a poner ese conocimiento por delante de los amores a los que debía servir, y cuando los amores malvados se introdujeron la gente empezó a torcer ese conocimiento para servir a sus deseos malvados.

Ese conocimiento retorcido está representado aquí por los hombres de la puerta; le queda suficiente verdad como para que puedan reconocer la verdad representada por la puerta y atacarla. Todos sabemos cómo es esto: hay pocas cosas más desalentadoras que un argumento cargado de hechos y de verdades aparentes, pero puesto al servicio de propósitos malvados.

Pero el Señor -representado por los ángeles- se encarga de la amenaza. Cegar a los hombres representa eliminar la verdad de sus ideas y llenarlos de falsedad, de ideas tan equivocadas como lo eran sus deseos. En tal estado no podían ni siquiera reconocer las verdaderas ideas representadas por la puerta.

A nivel personal, cuando llegamos al final de un estado de tentación y el Señor nos lleva a un estado de paz, somos capaces de reconocer la locura y la mala intención de los pensamientos e ideas que nos habían acosado tan recientemente.