De obras de Swedenborg

 

El Cielo y el Infierno #453

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Capítulo 47 (EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS): El hombre después de la muerte está en completa forma humana

453. Que la forma del espíritu del hombre es la forma humana, o que el espíritu es hombre también con respecto a la forma puede constar por lo que queda expuesto en varios artículos arriba; principalmente en aquellos en que se ha manifestado que cada ángel tiene perfecta forma humana (n.73-77); que todo hombre es un espíritu con respecto a sus cosas interiores (n. 432-444), y que los ángeles en el cielo son del género humano (n. 311-317). Esto se puede ver aun más claramente por esto que el hombre es hombre en virtud de su espíritu y no en virtud de su cuerpo, y que la forma corporal se halla añadida al espíritu según la forma de este y no al contrario, porque el espíritu se halla vestido: de un cuerpo con arreglo a su forma, por lo cual el espíritu del hombre obra en toda parte, en toda partícula del cuerpo, hasta que la parte que no es movido por el espíritu, o en el cual el espíritu no es activo, no vive. Que esto es así pueden saber todos por el hecho de que el pensamiento y la voluntad, ponen en movimiento todo el cuerpo y cada detalle del mismo, tan completamente a su antojo que a nada hay que no concurra, y lo que no concurre no forma parte del cuerpo, y se desecha también como una cosa en que nada hay de vida; el pensamiento y la voluntad pertenecen al espíritu del hombre, no al cuerpo; si el espíritu no se deja ver en forma humana por el hombre, después de estar separado del cuerpo ni en otro hombre, es porque el órgano de vista del hombre, o sea el ojo, en cuanto ver en el mundo, es material, y lo material no ve más que lo material, mientras que lo espiritual ve lo espiritual, por lo cual cuando el ojo material está cubierto y privado de su cooperación con lo espiritual, aparecen los espíritus en su propia forma, que es la forma humana, no tan sólo los espíritus que se hallan en el mundo espiritual, sino también el espíritu que está en otro hombre, mientras todavía se halla en su cuerpo.

  
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De obras de Swedenborg

 

El Cielo y el Infierno #312

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312. Una causa de que el hombre de la iglesia tiene esta creencia es también el creer que ningún hombre va al cielo ni al infierno hasta el día del último juicio, acerca del cual se han formado la opinión de que entonces perecerán todas las cosas que se hallan delante de los ojos, y que aparecerán nuevas cosas, debiendo entonces el alma volver a su cuerpo, mediante cuya conjunción el hombre volverá a vivir como hombre: esta fe envuelve la otra, referente a los ángeles, de que son creados ángeles desde el principio, porque no se puede creer que el cielo y el infierno son del género humano cuando se cree que ningún hombre entra en ellos hasta el fin del mundo. Pero a fin de que se convenza el hombre de que no es así me ha sido concedido estar en consorcio con los ángeles, y también hablar con los que están en el infierno y esto ahora durante varios años, a veces desde por la mañana hasta por la tarde, adquiriendo así información acerca del cielo y del infierno, y esto con el fin de que el hombre de la iglesia no permanezca más en su creencia errónea acerca de la resurrección en el día del juicio, y del estado intermedio del alma, y también acerca de los ángeles y del diablo, cuya fe, puesto que es una fe en mentiras, envuelve en tinieblas, introduce en dudas y finalmente en negación a los que piensan acerca de ello por su propia inteligencia, porque dicen en su corazón: "¿Cómo puede destruirse y desaparecer un cielo tan grande, con tantas constelaciones, y con el sol y la luna? y ¿cómo pueden entonces las estrellas caer del cielo sobre la tierra, siendo, sin embargo, más grandes que la tierra? y ¿cómo pueden los cuerpos consumidos por los gusanos y deshechos por la putrefacción, dispersos por todos vientos, volver a juntarse con su alma?, el alma entretanto ¿dónde está? y ¿cómo es, no poseyendo el sentido que poseía mientras que estaba en el cuerpo?" y otras cosas parecidas, que por ser incomprensibles, no entran en la fe, y que en muchas personas destruyen la fe referente a la vida del alma después de la muerte, al cielo y al infierno y con estas las demás verdades pertenecientes a la fe de la iglesia. Que las destruyen es evidente por los que dicen: "¿Quién ha venido del cielo a nosotros contándonos que existe? ¿Qué es esto, que el hombre ha de ser atormentado por fuego eternalmente? el día del juicio ¿qué es? ¿Acaso no lo han esperado en vano durante siglos?" y otras varias cosas propias de la negación absoluta. Con el fin, pues, de que los que tales cosas piensan, lo cual suelen hacer muchos de los que se llaman eruditos y doctos por las cosas mundanas en las que son entendidos, no más perturben y seduzcan a los simples de fe y de corazón, introduciéndoles en tinieblas infernales con respecto a Dios, al cielo y a la vida eterna, y a las demás cosas que dependen de estas, han sido abiertas por el Señor las cosas interiores, que son de mi mente, siéndome así permitido hablar con los muertos, todos cuantos jamás conocí en la vida del cuerpo, con algunos durante días, con algunos durante meses, y con algunos durante un año, y también con muchos otros, tantos que diría poco si dijera cien mil, de los cuales unos estaban en los cielos, otros en los infiernos. Con algunos he hablado también dos días después, de su fallecimiento, y les he informado de que preparaban ahora sus funerales y exequias, a fin de que fuesen sepultados; a lo cual dijeron que hacían bien en desechar lo que les había servido de cuerpo y para las funciones de este en el mundo; y querían que dijese que no estaban muertos, sino que vivían tan hombres ahora como antes; que sólo habían transmigrado de un mundo a otro mundo, y que no tenían conocimiento de haber perdido cosa alguna, viendo que se hallaban con cuerpo y con las cosas sensuales del mismo, como antes, y también con entendimiento y con voluntad, teniendo sensaciones y deseos similares a los que tenían cuando estaban en el mundo. La mayor parte de los recién muertos, al verse vivir hombres como antes y en igual estado (porque después de la muerte tiene cada uno al principio un estado de vida igual al que tenía en el mundo, pero este cambia en él poco a poco, bien en cielo, o bien en infierno), sentían nuevo goce por vivir y decían que no hubieran creído esto; pero se extrañaban mucho de haber estado en tal ignorancia y ceguedad con respecto al estado de su vida después de la muerte, y más aun de que el hombre de la iglesia se halla tan ignorante y ciego cuando, sin embargo, con preferencia de los demás en el orbe terrestre entero, podría estar en luz con respecto a estas cosas. La causa de esta ceguedad e ignorancia veían sólo entonces; y era que las cosas externas que son las exteriores y corporales habían ocupado y llenado sus mentes tanto que no podían ser elevadas a la luz del cielo, y contemplar las cosas de la iglesia por encima de las doctrinas, porque las cosas corporales y mundanas, cuando son amadas tanto como en el tiempo actual sólo dan de sí tinieblas, cuando se penetra más allá.

  
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