De obras de Swedenborg

 

El Cielo y el Infierno #396

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396. Todo goce viene del amor, porque todo cuanto el hombre ama, siente como gozo. Ninguno tiene gozo de otro origen. Los goces del cuerpo o de la carne nacen todos del amor a sí mismo y del amor al mundo; de allí vienen también las concupiscencias y placeres derivados de ellas; los goces del alma o del espíritu, por otra parte, provienen del amor al Señor y del amor al prójimo; de allí son asimismo las inclinaciones al bien y a la verdad y las felicidades interiores. Estos amores con sus goces influyen del Señor y del cielo por vía interior, o desde arriba, y afectan las cosas interiores; pero los otros amores con sus goces influyen de la carne y del mundo por vía exterior, o sea desde abajo, y afectan las cosas exteriores. Por lo tanto, en la medida en que son recibidos los amores celestiales y afectan, se abren las cosas interiores, que son las del alma o del espíritu y, miran desde el mundo arriba hacia el cielo, pero en la medida en que se reciben los amores del mundo y afectan, se abren las cosas exteriores, que son las del cuerpo o de la carne, y se apartan del cielo, mirando al mundo. Según y conforme influyen y son recibidos los amores, influyen también sus goces; los goces del cielo en las cosas interiores, los goces del mundo en las exteriores, porque todo goce pertenece a su amor, según se ha dicho antes.

  
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De obras de Swedenborg

 

El Cielo y el Infierno #551

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Capítulo 58 (EL INFIERNO): Todos los que están en los infiernos están en los males y en los errores que hay en ellos, derivados del amor al yo (egoísmo) y al mundo

551. Todos los que están en los infiernos se hallan en males y por estos en falsedades, y nadie allí se halla en males y sin embargo en verdades; la mayor parte de los hombres malos en el mundo conocen las verdades espirituales, las cuales son las verdades de la iglesia, porque las han aprendido en la infancia, y luego por sermones y por lectura del Verbo, hablando después a base de ellas; algunos (han conseguido hacer creer a otros) que eran cristianos de corazón, habiendo adquirido el arte de hablar, con mentida inclinación, en conformidad con las verdades, y también de obrar sinceramente como si obrasen por una fe espiritual; pero aquellos entre ellos que en sí mismos han pensado contrariamente a estas verdades y de acuerdo con sus pensamientos se han abstenido de malas obras únicamente a causa de las leyes civiles, de la reputación, de puestos de honor, de ganancias; son todos malos en su corazón, y se hallan en verdades y bienes tan sólo con respecto al cuerpo, no con respecto al espíritu. Cuando, por lo tanto, en la otra vida, se les quita los exteriores, descubriéndose los interiores que pertenecen a su espíritu, se hallan completamente en males y falsedades, y de ninguna manera en verdades y bienes, echándose de ver que las verdades y los bienes han tenido su raíz exclusivamente en su memoria, no difiriendo en manera alguna de las cosas científicas, y que las han sacado de allí cuando hablaban y aparentaban bienes como si fuera por amor y fe espiritual. Cuando tales (espíritus) son introducidos en su estado interior, por consiguiente en sus males, no pueden ya hablar verdades, sino solamente falsedades, puesto que hablan por los males, porque hablar verdades por males es imposible, siendo así que allí el espíritu no es más que su propio mal, y la falsedad procede de su mal. Todo espíritu malo es introducido en este estado antes de ser echado al infierno (véase arriba (n.499-512). Esto se llama ser devastado con respecto a las verdades y los bienes, y la devastación no es más que introducción en los interiores, por consiguiente, en lo propio del espíritu, o en el mismo espíritu, (sobre esto puede también verse arriba (n.425).

  
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