La Verdadera Religión Cristiana #817

By Emanuel Swedenborg

Studere hoc loco

  
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817. Los Católicos, o sea los Papistas, en el mundo espiritual

Los Católicos, o Papistas, en el mundo espiritual se hallan alrededor y debajo de los protestantes y separados de éstos por intervalos, los cuales les es prohibido atravesar. No obstante esto, los frailes procuran comunicación para sí mediante artes clandestinas, y mandan asimismo emisarios por sendas desconocidas, a fin de hacer prosélitos; pero son descubiertos, y después de ser castigados son o bien reconducidos a sus compañeros, o bien despedidos en el abismo.

Después del último juicio, el cual tuvo lugar en el mundo espiritual en el año 1757, el estado de todos, incluso el de los Papistas, ha cambiado tanto que ahora no les es permitido juntarse en compañías como antes, sino que a cada amor, sea bueno, sea malo, ha sido designado caminos, en los cuales los que vienen del mundo entran inmediatamente y pasan a sociedades que corresponden a su amor. De esta manera los malvados son consignados a las sociedades que están en el infierno, y los buenos a las que están en el cielo, evitándose así el que se formen cielos artificiales como anteriormente. Tales sociedades en el mundo de los espíritus, que se halla en medio, entre el Cielo y el Infierno, son muy numerosas, porque son tantas como los géneros y especies del amor al bien y del amor al mal y entretanto que son, o bien elevados al Cielo, o bien echados al infierno, están en conjunción espiritual con los hombres en el mundo, porque éstos se hallan asimismo en medio, entre el Cielo y el Infierno.

Los Papistas tienen en la región del Mediodía, hacia el Oriente, un lugar de deliberaciones, en el cual sus prelados se reúnen y deliberan de varios asuntos pertenecientes a su religión, especialmente de cómo mantener a la gente común en ciega obediencia y de cómo extender su dominio. Mas ninguno de los que en el mundo fueron Papa, es admitido allí, porque en la mente de éstos se halla insita una semejanza de la Divina autoridad, por haberse atribuido el Poder del Señor en el mundo. Tampoco son admitidos los Cardenales al lugar de las deliberaciones, y esto a causa de su preeminencia. Estos últimos se reúnen sin embargo en un espacioso cónclave debajo de los otros, pero después de haber estado allí algunos días son conducidos aparte; a donde no me ha sido dado conocer. Tienen también otro lugar de reunión en la región del Mediodía, pero hacia el Occidente. Su tarea allí es introducir en el Cielo a gente crédula e ignorante. Allí establecen en derredor suyo varias sociedades, que se hallan en deleites externos de varias clases; en algunas de ellas hay bailes, en otras conciertos, en otras procesiones, en otras teatros y espectáculos públicos, en otras hay personas, que mediante alucinamientos inducen varias formas de magnificencia, en otras quienes actúan como payasos haciendo reír; en algunas conversan amigablemente, ora sobre temas religiosos, ora sobre asuntos civiles, ora también lascivamente. En estas sociedades introducen a los crédulos, a cada uno según su particular gusto, y lo llaman Cielo. Más después de permanecer allí un día o dos, éstos se cansan y se marchan, porque estos goces son externos y no internos. De esta manera muchos son disuadidos de su loca creencia, de que el Clero tiene poder para introducir en el Cielo. En cuanto a su culto en particular, es casi como su culto en el mundo. Como éste consiste igualmente de misas, las cuales no son celebradas en el lenguaje común de los espíritus, más en un lenguaje compuesto de palabras de imponente y sublime sonido, las cuales inspiran santidad exterior y temblor, más no las comprenden en manera alguna. Todos los que desde la tierra entran en el mundo espiritual, son al principio mantenidos en la fe de la religión de su patria. Esto es así también con los Papistas, por lo cual siempre tienen un pontífice representativo puesto sobre sí, a quien adoran con ceremonias parecidas a las que observan en el mundo. Rara vez ocurre que uno que ha sido Papa en el mundo sea puesto sobre ellos cuando deja el mundo; sin embargo, el que ocupaba la silla pontifical hace treinta o cuarenta años, fue puesto sobre ellos, porque alentaba en su corazón la idea de que el Verbo es más santo de lo que se cree, y de que el Señor debe ser adorado. Me fue permitido hablar con él, y dijo que adoraba al Señor Solo; porque El es Dios, que tiene toda potestad en el Cielo y en la tierra según Sus propias palabras (Mateo 28:18). Dijo asimismo que la invocación de Santos era un absurdo, y también que había tenido la idea de restaurar esa Iglesia cuando estaba en el mundo, pero que le era imposible por razones que expuso. Al ser destruida en el día del último juicio la grande Ciudad boreal, en la cual vivían juntos Papistas y Reformados, vi que fue sacado fuera en una litera y transportado a un lugar seguro. A los lindes de la grande sociedad en la cual actúa como pontífice se han instituido escuelas, a las cuales van los que abrigan duda respecto de la religión, y en ellas hay frailes convertidos, los cuales instruyen acerca de Dios el Salvador Cristo, así como acerca de la santidad del Verbo, dejando a su elección el apartar sus ánimos de los modos de santificación, introducidos en la Iglesia Católica Romana. Los que admiten la enseñanza son introducidos en una numerosa sociedad, compuesta de los que han abandonado la adoración del Papa y de los Santos, y cuando entran en esta sociedad son como quienes se despiertan del sueño, entrando en plena vigilia, y como quienes de los sinsabores de un crudo invierno, entran en la grata sensación producida por la primavera naciente, y como un marinero que llega al puerto. Entonces los que viven allí les invitan a una fiesta y les dan de beber vino generoso en copas de cristal. He oído decir también que los ángeles les envían del cielo un plato de maná de forma y gusto similar al que descendió sobre el campamento de los hijos de Israel en el desierto. Este plato, es entonces presentado a cada comensal y todos tienen libertad de gustar del maná.

Todos aquellos de la religión católica que en el mundo anterior pensaban más de Dios que del papismo y que de un corazón sencillo hacían obras de caridad, cuando encuentran que viven después de la muerte, y cuando han sido instruidos de que el Señor Mismo, el Salvador del mundo, reina allí, se apartan con facilidad de las supersticiones de esa religión. Para ellos la transición del paganismo al Cristianismo es tan fácil como el entrar en un templo por una puerta abierta, o como pasar por delante de la guardia y entrar en el palacio real, cuando el rey lo ordena, o como el levantar el rostro y mirar al cielo al oír voces de allí. Mas por otra parte, el disuadir de las supersticiones de esa religión a aquellos que durante el curso de su vida en el mundo rara vez o nunca han pensado en Dios, estimando esa adoración sólo a causa de las festividades, es tan difícil como entrar en un templo al través de las puertas cerradas, o como pasar delante de la guardia y entrar en el palacio real cuando el rey lo prohíbe, o como para una serpiente en la hierba mirar al cielo. Es remarcable, que nadie que entra en el mundo espiritual, procedente del sistema religioso católico, ve allí el cielo, donde se hallan los ángeles. Hay en apariencia por encima de ellos un negro nubarrón, que les intercepta la vista. Más tan pronto llegue un convertido entre los convertidos se le abre el Cielo, y a veces ven allí a los ángeles en vestiduras blancas, y son asimismo elevados entre ellos, cuando hayan cumplido el período de su preparación.

  
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